Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
En Juan 3:1-8 Jesús trata de la regeneración (tito 3:5), o el
nacimiento espiritual, una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana. Sin
el nuevo nacimiento no se puede ver el reino de Dios, es decir, recibir la vida
eterna y la salvación por medio de Jesucristo. Lo siguiente son factores
importante con respecto al nuevo nacimiento.
1.- La regeneración es una nueva creación y transformación de
la persona (Ro 12:2; Ef. 4:23,24) por Dios el Espíritu Santo (Jn. 3:6; tít.
3:5). Mediante ese proceso se le imparte al corazón del creyente la vida eterna
de Dios (Jn. 3:16; 2Pd 1:4; 1Jn 5:11), que lo convierte en hijo de Dios (Jn.
1:12; Ro 8:16,17; Ga 3:26) y nueva criatura (2Co 5:17; Col 3:9,10). Ya no se
conforma a este mundo (Ro 12:2) sino que ahora esta vestido del nuevo hombre,
“creado según Dios en la Justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:24)
2.- La regeneración es necesaria porque separados de Cristo
todas las personas en su naturaleza humana, son pecadoras e incapaces de
obedecer y agradar a Dios (Sal 51:5; Jer 17:9; Ro 8:7,8; 1Co 2:14; Ef 2:3)
3.- La regeneración se produce en los que se arrepienten del
pecado, se vuelven a Dios (Mt. 3:2) y ponen su fe en Jesucristo como Señor y
Salvador (Jn. 1:12)
4.- La regeneración es la transición de la vida antigua de
pecado a la nueva vida de obediencia a Jesucristo (2Co.5:17; Ga.6:15; Ef.
4:23,24; Col. 3:10). Los que de veras han nacido de nuevo son librados de la
esclavitud del pecado (Jn. 8:36; Ro.6:14-23) y reciben el deseo y la
disposición espirituales para obedecer a Dios y seguir la dirección del
espíritu (Ro. 8:13,14). Llevan una vida recta (1Jn. 2:29), aman a los demás
creyentes (1Jn. 4:7), evitan la vida de pecado (1Jn 3:9; 5:18) y no aman al
mundo (1Jn 2:15,16).
5.- Los que nacen de Dios no practican el pecado (1Jn 3:9)
dejaran de ser nacidos de nuevo si no mantienen el deseo sincero y el esfuerzo
victorioso por agradar a Dios y evitar el mal (1Jn. 1:5-7). Eso se logra solo
mediante la gracia que Cristo da a los creyentes (1Jn. 2:3-11, 15, 17, 24-29;
3:6-24; 4:7-8, 20; 5:1), la relación continua con Cristo (Jn. 15:4) y la
dependencia del Espíritu Santo (Ro. 8:2-14)
6.- Los que viven en inmoralidad y siguen los caminos del
mundo, no importa lo que expresen con la boca, demuestran que todavía son hijos
degenerados de satanás (1Jn. 3:6-10)
7.- Así como se puede nacer del Espíritu al recibir la vida
de Dios, también se puede extinguir esa vida con las elecciones impías y la
vida perversa, y por eso morir espiritualmente. Las escrituras afirman: “Si vivís
conforme a la carne moriréis” (Ro. 8:13). De modo que el pecado y el no seguir
al Espíritu Santo extinguen la vida de Dios en el alma del creyente y causan la
muerte espiritual y la exclusión del reino de Dios (Mt. 12:31-32; 1Co. 6:9-10; Ga.
5:19-21; Heb. 6:4-6; 1Jn. 5:16)
8.- No se puede poner el mismo nivel el nuevo nacimiento y el
nacimiento físico, porque la relación de Dios con el creyente es un asunto del
Espíritu y no de la naturaleza humana (Jn. 3:6). Por lo tanto aunque nunca se
puede anular el vínculo físico entre padre e hijo la relación de padre a hijo
que Dios desea con sus hijos es voluntaria y disoluble durante su tiempo de
prueba en la tierra (Ro. 8:13) Esa relación permanece condicionada a la fe en
Cristo durante la existencia terrenal, una fe que se demuestra llevando una
vida de obediencia y amor sinceros (Ro. 8:12-14; 2Ti. 2:12)