sábado, 25 de junio de 2016

El Reino de Dios,
Mt 12:28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.

LA NATURALEZA DEL REINO. E l reino de Dios (o de los cielos) comprende el concepto de que Dios entra en el mundo para hacer valer su gloria, su poder y sus derechos contra el dominio de Satanás y el rumbo actual de este mundo.

(1)  El reino de Dios es en primer lugar una afirmación del poder divino en acción. Dios comienza su gobierno espiritual en la tierra en los corazones y entre su pueblo (Jn 14:23; 20:22). Viene al mundo con poder (Is 64:1; Mr 9:1; ICo 4:20). No se debe tener la idea de que ese poder es material o político, sino espiritual. El reino no es una teocracia político-religiosa; no es un asunto de dominio social ó político sobre los reinos de este mundo (Jn 18:36). No es el propósito de Dios en este tiempo redimir y reformar el mundo mediante el activismo social o político, ni acciones violentas (Mt 26:52; véase Jn 18:36). Durante toda esta época el mundo seguirá de enemigo de Dios y de su pueblo (Jn 15:19; Ro 12:1-2; Stg 4:4; Jn 2:15-17; 4:4). El gobierno dé Dios mediante la fuerza y el juicio directos ocurrirá sólo al final de esta época (Ap 19:11-21).

(2)  Debido a que Dios se impone con poder, el rnundo entra en crisis. La manifestación del poder de Dios llena de alarma el imperio del diablo (Mt 4:3ss; 12:29; Mr 1:24), y se confronta a todo el mundo con la decisión de someterse o no al gobierno de Dios (Mt 3:1-2; 4:17; Mr 1:14-15). La condición necesaria y fundamental para entrar en el reino de Dios es: "Arrepentios, y creed en el evangelio" (Mr 1:15).

(3)  Ese irrumpir en el mundo con poder divino implica:
(a)  E l poder espiritual sobre el gobierno y dominio de Satanás (Mt 12:28; J n 18:36); la llegada del reino de Dios es el comienzo de la destrucción del gobierno de Satanás (Jn 12:31; 16:11)y de la liberación de la humanidad de lo demoniaco (Mr 1:34,39; 3:14-15; Hch 26:18) y del pecado (Ro 6);
(b)  el poder para hacer milagros y sanar a los enfermos (Mt 4:23; 9:35; Hch 4:30; 8:7.
(c)   la predicación del evangelio, convenciendo en cuanto a pecado, justicia y juicio (Mt 11:5; J n 16:8-11; Hch4:33)
(d)  la salvación y la santificación de los que se arrepienten y creen el evangelio (véanse J n 3:3; 17:17; Hch 2:38-40; 2Co 6:14-18;
(e)  el bautismo en el Espíritu Santo para recibir poder para testificar de Cristo (véanse Hch 1:8, notas; 2:4, notas).

(4)  Una evidencia fundamental de que se experimenta el reino de Dios es una vida de "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Ro 14:17).

(5)  Ese reino tiene un aspecto presente y otro futuro. Es una realidad presente en el mundo actual (Mr 1:15; Le 18:16-17; Col 1:13; Heb 12:28), pero el gobierno y el poder de Dios no se han efectuado completamente. La obra y la influencia de Satanás y los malvados continuarán hasta el fin del mundo (ITi 4:1; 2Ti 3:1-5; Ap 19:19—20:10). La manifestación futura de la gloria, el poder y el reino de Dios ocurrirá cuando vuelva Jesucristo para juzgar al mundo (Mt 24:30; Le 21:27; Ap 19:11-20; 20:1-6). El cumplimiento definitivo del reino llegará cuando Cristo triunfe finalmente sobre toda la maldad y oposición y entregue el reino a Dios su Padre (ICo 15:24-28; Ap 20:7 — 21:8.

LA FUNCIÓN DE LOS CREYENTES EN EL REINO. El NT tiene mucho que decir sobre la función que desempeñan los creyentes en el reino de Dios.

(1)    Es responsabilidad de los creyentes buscar sin cesar el reino de Dios en todas sus manifestaciones, con hambre y sed de la presencia y del poder de Dios en su propia vida y en la comunidad cristiana.

(2)    En Mt 11:12 Cristo da más información sobre la naturaleza de las personas del reino. Allí indica que sólo arrebatan el reino de los cielos las personas esforzadas que se comprometen a romper con las prácticas pecaminosas de la raza humana y que se vuelven a Cristo, su Palabra y sus rectos caminos. Cueste lo que cueste, tales personas buscan con mucho ánimo el reino de Dios con todo su poder. Es decir, para tener el reino de los cielos y todas sus bendiciones se requieren esfuerzo intenso y empeño constante: una lucha de fe acompañada de la voluntad firme de resistir a Satanás, al pecado y a la sociedad que se inclina a la maldad.


(3)    El reino de Dios no es para los que casi nunca oran ni para los que se conforman al mundo, descuidan la Palabra y tienen poca hambre espiritual. Es para hombres como José (Gn 39:9), Natán (2S 12:7), Elias (IR 18:21), Daniel y sus tres amigos (Dn 1:8; 3:16-18), Mardoqueo (Est 3:4-5), Pedro y Juan (Hch 4:19-20), Esteban (Hch 6:8; 7:51) y Pablo (Fil 3:13-14); es para mujeres como Déborá (Jue 4:9), Rut (Rt 1:16-18), Ester (Est 4:16), María (Le 1:16T35), Ana (Le 2:36-38) y Lidia (Hch 16:14-15,40).^