viernes, 24 de noviembre de 2017

UNA EXPLICACIÓN DEL EVANGELIO


Dios, nuestro Creador, es santo, justo y amoroso. Nosotros
somos suyos, hechos a su imagen. Aunque una
vez tuvimos comunión con Dios y fuimos amados por
él, ahora estamos separados de él. Esta separación entre
Dios y sus criaturas comenzó con una rebelión de nuestros
ancestros. En esencia, la rebelión fue nuestra decisión
de no creer a Dios, intentando ser Dios nosotros
mismos. Esta rebelión traicionera fracasó, y el juicio fue
la muerte eterna. Horriblemente, el pecado de rebelión
es transmitido de generación a generación como una
maldición: todas las personas heredamos tanto el pecado
como el juicio. Nuestra naturaleza pecaminosa hace imposible
que nadie pueda ganarse su regreso a Dios.
Pero aun cuando somos incapaces de comprar o
conseguir un escape de la maldición, Dios en su amor
proveyó una forma para regresar a una relación de
amor y perdón con él. Toda la Biblia profetiza, registra
y explica la venida de un Salvador que vino para tal
fin: el Hijo de Dios, Jesús.
Jesús, plenamente Dios y plenamente hombre, vivió
en la tierra haciendo milagros y enseñando acerca de
los caminos de Dios. Vivió una vida perfecta y fue el
sacrificio perfecto para rescatarnos de la maldición del
pecado y de la muerte. Jesús pagó el precio por nuestros
pecados a través de su muerte en la cruz. Se levantó
de la tumba, conquistando a la muerte, y probando
así que lo que dijo era cierto. Mediante su
muerte, Cristo compró el derecho de ofrecernos perdón
de pecados y el derecho de que cualquiera que se vuelva
a él sea hecho hijo de Dios.
Todo aquel que oye este mensaje de buenas noticias
y responde a Jesús no será rechazado. Jesús nos llama
a convertirnos de un estilo de vida de incredulidad, y
del pecado que nos atrapa, y a poner toda nuestra confianza
y fe solamente en él para rescatarnos de la maldición.
Así que para llegar a ser un seguidor de Jesús,
le ofrecemos nuestra vida en fe y nos comprometemos
a seguirle como Señor todos nuestros días.

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